A menos 20 °C y por más de tres décadas estuvieron conservadas las semillas de variedades tradicionales que la Red de Bancos de Germoplasma del Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA), entregó a 50 productores de Coquimbo y Antofagasta para regresar a la tierra y a sus agricultores semillas que garantizan soberanía alimentaria a las comunidades.
La directora nacional de INIA, Dra. Iris Lobos, explicó que “el trabajo que está realizando el equipo de Recursos Genéticos de INIA, es revertir una deuda histórica que manteníamos con la Agricultura Familiar Campesina, y que lentamente estamos avanzando y cumpliendo con el mandato del Ministerio de Agricultura, de entregar semillas de cultivos tradicionales a los agricultores y generar un ecosistema sostenible entorno a nuestra soberanía y seguridad alimentaria. Es un paso pequeño, pero creemos que es el inicio para mantener una convivencia de iguales con la Agricultura Familiar Campesina e Indígena (AFCI), compartir conocimientos y el cuidado de nuestro patrimonio genético y agrícola”.
La multiplicación de estas semillas y su entrega ha sido posible, gracias al proyecto “Cultivos tradicionales de Chile: fuente de alimentos nutritivos para la seguridad y soberanía alimentaria del país”, apoyado por la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID) del Ministerio de Ciencia, y que ejecuta INIA a nivel nacional.
La primera entrega se realizó en el Banco Base de Semillas de Vicuña a fines de mayo. “Por primera vez después de más de 30 años, sacamos semillas de variedades tradicionales de la zona que estaban resguardadas en el Banco para multiplicarlas, estudiar sus características agronómicas, nutricionales y repatriarlas a los territorios. Gracias a eso, pudimos entregar semillas a cerca de 50 campesinos de la Región de Coquimbo y de San Pedro de Atacama, para que ellos también las puedan seguir multiplicando y conservando en sus territorios”, explicó Carolina Pañitrur coordinadora técnica de Soberanía Alimentaria de INIA.
Estas semillas corresponden a variedades que fueron recolectadas en la zona norte del país y que, por tanto, son variedades más adaptadas y probablemente más resistentes a la sequía. Por ello, además de la entrega, el equipo realiza talleres juntos a los agricultores para intercambiar conocimiento en torno a la multiplicación y conservación de semillas, para fortalecer sus capacidades y apoyar la labor ancestral que realizan en los territorios, de gran valor patrimonial y agrícola para Chile.
Mirtha Gallardo, presidente de la Asociación Gremial de la Comunidades Agrícolas de la Provincia del Limarí, señaló “para nosotros ese día fue muy especial; yo no conocía el Banco. Además, íbamos con una delegación de 40 mujeres y siempre las semillas han estado ligadas a un tema maternal; siempre la soberanía desde la familia, de la comida ha estado a cargo de nosotras las mujeres. Seguimos sembrando y dar las gracias al INIA, porque ha sido un proceso y falta mucho todavía. Es un desafío lo que hacemos cada uno; para nosotros las semillas tienen tremenda relevancia y las vamos compartiendo a lo largo del país, es una manera de hacer soberanía”.
Biodiversidad genética patrimonial
Según la especialista de INIA, Carolina Pañitrur, “Chile posee una rica diversidad de recursos genéticos autóctonos que incluyen cultivos esenciales como la papa, el poroto, el maíz, la quínoa, el tomate, entre otros. Estos cultivos, adaptados a las condiciones locales, son nutricionalmente ricos y forman la base de la dieta de la sociedad chilena, especialmente en la Agricultura Familiar Campesina e Indígena (AFCI)”. De esta forma, la utilización de variedades tradicionales y sus derivados alimentos es de gran importancia patrimonial y cultural para el país, por ello la necesidad de conocer la diversidad genética y las variaciones que influyen en las características fenotípicas de estos cultivos, es esencial para estudiar su adaptación a los cambios climáticos, y para reforzar la seguridad y soberanía alimentaria del país.
De esta forma, la iniciativa que ejecuta INIA también considera recuperar semillas a lo largo del país, e investigar sus variedades, sus cualidades y potencialidades para Chile. “Desde la Región de Coquimbo, se ha estado trabajando con la multiplicación y estudio de variedades tradicionales de porotos y maíz, así como en el fomento de una red de multiplicadores de semillas regional, permitiendo realizar un trabajo integrado y colaborativo, para proveer las semillas tradicionales a la AFC”, detalló Pañitrur. Parte de este trabajo se dio a conocer en el seminario realizado en el Centro de Estudios de la Biodiversidad, previo a la entrega de semillas, que consideró una visita guiada a las instalaciones del Banco Base de Semillas de Vicuña.
Por su parte, Erika Salazar, encargada de la Unidad de Recursos Genéticos y Banco de Germoplasma de INIA La Platina (R. Metropolitana), manifestó que “con estas acciones INIA busca avanzar hacia un modelo integrado de conservación de semillas en Chile, es decir, vincular los esfuerzos institucionales con los de los campesinos en cuanto al resguardo, valoración y promover su uso. Producir alimentos más nutritivos y en condiciones ambientales altamente estresantes, debido a los efectos del cambio climático, es hoy en día un gran reto para todos. Las variedades antiguas, conservadas en nuestros bancos nos permitirán innovar en el campo chileno. Así lo están demostrando nuestros estudios, por ejemplo, en tomate donde hemos identificado variedades tradicionales con excelente comportamiento ante el estrés hídrico, pudiendo convertirse en alternativas para los tomateros de la región”.
Acerca de INIA
El Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA) es la principal institución de investigación, desarrollo e innovación agroalimentaria de Chile. Vinculada al Ministerio de Agricultura, cuenta con presencia nacional y un equipo de trabajo de más de 1.000 personas altamente calificadas. Ejecuta al año un promedio de 400 proyectos en torno a 5 áreas estratégicas: Cambio Climático, Sustentabilidad, Alimentos del Futuro, Tecnologías Emergentes, y Extensión y Formación de Capacidades. Estas iniciativas contribuyen al desarrollo agroalimentario sostenible del país, creando valor y proponiendo soluciones innovadoras a los agricultores, socios estratégicos y la sociedad, generando una rentabilidad social que varía entre 15% y 25%, por cada peso invertido en cada uno de sus proyectos.